Escribe la dirección del banco manualmente o usa tus marcadores; evita enlaces recibidos por correo. Antes de ingresar, busca el icono del candado y la conexión segura. Si algo luce extraño, detente y cierra la ventana. Esta pausa breve impidió que Alicia, 71 años, cayera en una imitación del sitio. La prudencia de unos segundos vale más que cualquier apuro.
Haz un hábito semanal de revisar la lista de movimientos. Si ves un cargo desconocido, toma captura, anota la fecha y contacta al banco desde el número oficial de la tarjeta o la web verificada. No te alarmes: la mayoría de las situaciones se aclara rápidamente. Maruja descubrió un cobro duplicado y el banco lo revirtió en horas sin complicaciones.

Desconfía de mensajes con faltas de ortografía, saludos genéricos o amenazas de cierre inmediato. Pasa el cursor sobre el enlace sin hacer clic para ver la dirección real. Si te piden contraseñas o códigos, es falso. Mejor entra por tu marcador oficial. Ese hábito salvó a Miguel de entregar sus credenciales a un sitio que copiaba logos y colores con precisión.

Si alguien dice ser del banco y solicita tu código de verificación, cuelga sin miedo. Los bancos no piden códigos por teléfono. Llama al número impreso en tu tarjeta y explica lo ocurrido. Tomar el control de la llamada cambió el resultado para Laura, que evitó compartir un SMS de seguridad bajo una presión aparentemente amable pero insistente.